sábado, 1 de enero de 2022

El dolor

Muy avanzada la tarde, ahondaron en la vivencia del dolor, y dijeron algo que anoté y subrayé para utilizarlo en el artículo: Estamos en el laberinto del dolor, y eso quiere decir que estamos solos. El dolor asusta a los demás, damos miedo. La gente se aleja, no te entiende, esperan que lo superes, que vuelvas a ser el de antes. Pero no puedes, y tampoco sabes explicarlo. No saben qué decirte, no saben qué hacer para que te sientas mejor, y acaban alejándose de ti. Terminamos solos en nuestro laberinto.”

Sergio del Molino

martes, 28 de diciembre de 2021

Guía en la oscuridad

En tiempos oscuros, la mejor guía para los pueblos era la religión, del mismo modo que en medio de una noche oscura un ciego es nuestro mejor guía; de noche, él conoce los caminos y senderos mejor de lo que puede verlos un ser humano. Sin embargo, cuando amanece, es una insensatez utilizar a los ciegos como guías.

Heinrich Heine

lunes, 20 de diciembre de 2021

Aprender

"Me lo contaron y lo olvidé, lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí."

Confucio

domingo, 19 de diciembre de 2021

La fuerza del miedo

La religión se basa, principalmente, a mi entender, en el miedo. Es en parte el miedo a lo desconocido, y en parte, como dije, el deseo de sentir que se tiene un hermano mayor que va a defenderlo a uno en todos sus problemas y disputas. El miedo es la base de todo: el miedo a lo misterioso, el miedo a la derrota, el miedo a la muerte. El miedo es el padre de la crueldad y, por lo tanto, no es de extrañar que la crueldad y la religión vayan de la mano. [...] Tenemos que mantenernos en pie y mirar al mundo a la cara: sus cosas buenas, sus cosas malas, sus bellezas y sus fealdades; ver el mundo tal cual es y no tener miedo de él. Conquistarlo mediante la inteligencia y no solo sometiéndonos al terror que emana de él. Toda nuestra concepción de Dios es una concepción derivada del antiguo despotismo oriental. [...] Un mundo bueno necesita conocimiento, bondad y valor; no necesita el pesaroso anhelo del pasado, ni el aherrojamiento de la inteligencia libre mediante las palabras proferidas hace mucho por hombres ignorantes. Necesita un criterio sin temor y una inteligencia libre. Necesita esperanza en el futuro, no el mirar hacia un pasado muerto, que confiamos que sea superado por el futuro que nuestra inteligencia puede crear.

Bertrand Russell

sábado, 18 de diciembre de 2021

Anti-Goeze

 "El verdadero valor de un ser humano no viene determinado por su grado de posesión, supuesto o real, de la verdad, sino más bien por la honestidad de su esfuerzo en pos de alcanzarla. No es la posesión de la verdad, sino más bien la búsqueda de la misma, lo que ensancha su capacidad y donde puede hallarse su siempre creciente perfectibilidad. La posesión nos convierte en sujetos pasivos, indolentes y orgullosos. Si Dios ocultara toda la verdad en su mano derecha y en su izquierda no escondiera más que el firme y diligente impulso para perseguirla, y se me brindara la oportunidad de escoger únicamente entre una de las dos, tomaría con toda humildad su mano izquierda, aun con la condición de errar siempre y eternamente en el proceso."

Gotthold Lessing

viernes, 17 de diciembre de 2021

Tú, fatigado caminante

"La vida es sobre todo espuma y burbuja, y dos cosas permanecen como la piedra: la benevolencia ante los problemas ajenos, el coraje ante los propios."

Adam Lindsay Gordon

sábado, 11 de diciembre de 2021

Milagros

"Las hijas del gran sacerdote Anio convertían todos los objetos que querían en trigo, en vino o en aceite; Atalida, hija de Mercurio, resucitó varias veces: Esculapio resucito a Hipólita; Hexes volvió al mundo después de haber pasado quince días en los infiernos; Rómulo y Remo fueron hijos de un dios y de una vestal; el paladión cayó desde el cielo en la ciudad de Troya; la cabellera de Berenice se convirtió en una constelación de estrellas; la cabaña de Baucis y Filemón se trocó en hermosísimo templo; la cabeza de Orfeo pronunciaba oráculos después de la muerte de éste; las murallas de Tebas se construyeron ellas a sí mismas al son de la flauta, en presencia de los griegos; las curas que se hicieron en el templo de Esculapio fueron innumerables, y todavía conservamos monumentos en los que constan los nombres de los testigos oculares que presenciaron los milagros que hizo Esculapio. Os desafiamos a que encontréis un solo pueblo en el que no se hayan realizado prodigios increíbles, sobre todo en los tiempos en que casi nadie sabía leer ni escribir."

Voltaire

martes, 30 de noviembre de 2021

Analogía de la tetera

"Muchas personas ortodoxas hablan como si fuera tarea de los escépticos refutar los dogmas recibidos, en lugar de que sean los dogmáticos quienes los prueben. Por supuesto, eso es un error. Si sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana china que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podria refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña para ser descubierta ni siquiera por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, dado que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella sería de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, sería del todo correcto pensar que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si en ciertos libros antiguos se afirmara la existencia de tal tetera, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada y se les inculcara a los niños en la escuela, vacilar a la hora de creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y aquellos que dudaran en tiempos ilustrados merecerían las atenciones de los psiquiatras o, en tiempos anteriores, las del inquisidor.

Richard Dawkins, citando a Bertrand Rusell

Dignidad

"Creo que cuando muera me descompondré, y no sobrevivirá nada de mi yo. No soy joven y amo la vida. Pero despreciaría temblar de terror ante el pensamiento de la aniquilación. La felicidad no deja de ser verdadera felicidad porque tenga que tocar a su fin, ni el pensamiento ni el amor pierden su valor porque sean eternos. Muchos hombres se han mostrado orgullosos en el patíbulo; seguramente el mismo orgullo debería enseñarnos a pensar realmente en el lugar del hombre en el mundo. Incluso si las amplias ventanas de la ciencia al principio nos hacen temblar tras haber estado en el confortable interior de los mitos humanos tradicionales, al final, el aire fresco nos llena de vigor, y los grandes espacios son esplendorosos en sí mismos". 

Bertrand Rusell

sábado, 30 de abril de 2016

Especiales

Yo soy especial. No soy como los demás. Pero los demás piensan que son especiales y, para ellos, yo no lo soy. Sus enfermedades, sus lujos, sus alegrías, sus fracasos, sus éxitos son normales; los míos, son distintos, mucho más interesantes, más preocupantes, más dignos de lástima, en definitiva, más lo que sea. Pero, ¿nosotros no somos uno más entre los que nos rodean?¿no nacemos, sentimos, pensamos, deseamos, comemos, follamos y morimos como todos los demás? ¿no seremos una oveja más del rebaño humano que cree estar formado por una conjunción de identidades individuales tan diferentes? Ese afán de protagonismo, nuestro narcisismo, es conocido y manejado con maestría por los charlatanes y publicitarios para ensalzar este sentimiento tan rentable en busca del beneficio de las empresas para las que trabajan. Sin embargo, curiosamente, pretenden que expresemos lo especiales que somos a través de las modas o en un lenguaje más cool, "las tendencias". Es decir, buscan que nos vistamos o actuemos todos en un mismo sentido ¿para expresar lo distintos que somos?, y que vayamos cambiando esa forma de actuar según lo marquen "¿los diseñadores?"

domingo, 31 de enero de 2016

E = cm2

"Con respecto a Dios, no puedo aceptar ningún concepto basado en la autoridad de la Iglesia. Desde que tengo uso de razón me ha molestado el adoctrinamiento de las masas. No creo en el miedo a la vida, en el miedo a la muerte, en la fe ciega. No puedo demostrar que no haya un dios personal, pero si hablara de él, mentiría. No creo en el dios de la teología, en el dios que premia el bien y castiga el mal. Mi dios creó las leyes que se encargan de eso. Su universo no está gobernado por quimeras, sino por leyes inmutables". 
Albert Einstein

lunes, 25 de enero de 2016

El rincón de mi fracaso

"El éxito es como un terrible desastre
Peor que tu casa ardiendo, los ruidos del derribo
Cuando las vigas caen cada vez más deprisa
Mientras tú sigues allí, testigo desesperado de tu condenación. 
La fama como un borracho consume la casa del alma
Revelando que sólo has trabajado para eso. 
¡Ah!, si yo no hubiese sufrido su traidor beso
Y hubiese permanecido en la oscuridad para siempre, hundido y fracasado"

Mandé este poema a mi hijo Javi y estoy pensando que deberíamos todos tenerlo muy presente porque eso del éxito o del fracaso es bastante elástico
-Yo también he escrito en mi blog este fin de semana
-Ojalá el poema fuera mío, es de Malcolm Lowry, perdón por no citar la fuente...
-Lo mío es una basura, como siempre. Pero me hace ilusión y además es un fracaso seguro, con lo que no tengo peligro de pasar por el desastre del éxito
-Dichoso tú
-Es lo que tenemos los mediocres. Podemos vivir en la dicha de ser unos fracasados. Al menos nos queda eso. De todo lo que escribo, que es público, no lo lee nadie. Como es natural
-Esto es muy gracioso
-Pero sigo con ello. Es el rincón de mi fracaso

sábado, 23 de enero de 2016

Feliz cumpleaños

Las manos temblorosas se aferran al dorso del pequeño taburete de plástico. Nina, la forzuda rumana que han contratado sus hijos, la ha recogido de la cama y la ha llevado en volandas hasta la ducha. Ella, sentada bajo la alcachofa, no habla ni parpadea, solo espera cabizbaja con la mirada perdida... Hace tiempo que ni ella misma nota el hedor que despide, una mezcla de los restos de orines y heces que ha ido acumulándose y fermentando entre su piel y los pañales durante tantos días de postración, y del propio olor corporal que caracteriza a los viejos (o mayores, el diplomático eufemismo que tanto gusta hoy en día) en sus últimos años de vida. Desde hace meses, los informes que maneja el geriatra marcan que su situación clínica dentro de la matriz de Rosser está en un cuadro de mínima calidad de vida. 
Nina nunca pudo imaginar que por un trabajo tan sencillo pudiera ganar un sueldo así, a la altura de un alto ejecutivo en su país. En la granja de sus tíos, el cuidado de las vacas y los cerdos era correspondido con una mísera manutención y un alojamiento sin calefacción ni agua caliente. Para ella, cuidar de la madre del señor Jaime es todo un privilegio y se siente agradecida por ello: a fin de mes habrá pagado la hipoteca de la casa de su único hijo en Brasov y aún le sobrará para los gastos diarios y engordar sus ahorros con los que agasajará a la familia en el próximo mes de agosto, aumentando así la repercusión social de la vuelta a Rumanía durante sus vacaciones.
Como cada dos días, comprueba con las duras yemas de los dedos de su mano izquierda que el agua está templada y cambia el mecanismo de la ducha para que el chorro le caiga desde arriba, dejándole así las dos manos libres para facilitar la faena. El primer golpe de agua es frío, los restos que quedan en el tubo entre las  válvula de cierre y el difusor de salida, y le produce a la vieja un estremecimiento fugaz. Nina la anima con un "ya está, señora, ahora calentita" aderezado con una cariñosa sonrisa, y comienza a frotar la esponja con decisión, lentamente, pero con fuerza, la que acumuló en sus brazos barriendo establos con aquel escobón durante quince largos años. La presión de la esponja moviliza el frágil torso de la vieja, desmadejando el ajado cuerpo al instante. Nina necesita compensar con la mano izquierda la débil reacción del delicado cuerpo para que el empuje que transmite con la derecha no termine haciéndolo caer sobre el plato de cerámica. Eso lo complicaría todo, ella ya sabe que no es fácil recoger ese frágil saco de huesos cuando ha perdido la verticalidad. Mientras la seca con la toalla despaciosamente, dándole calor, la mima con un beso en la mejilla y le dice suavemente con su cariñosa voz "cumpleaños feliz, señora".

viernes, 1 de enero de 2016

Luces y sombras

La luz estaba ahí, al otro lado de las sombras, sus silenciosas compañeras. El brillo le resultaba cegador, brutalmente agresivo para sus ojos de pupilas dilatadas por el largo tiempo vivido en la clandestinidad. Sus manos, de piel dura y cuarteada por la intemperie, como las de un luchador, un solitario superviviente, en lo que se había convertido en los últimos años, se habían transformado en sus herramientas, sus armas y, a su vez, en un humilde motivo de orgullo. Antes de la huida, recordó, eran blancas y suaves: 'manos de seminarista', se decía con displicencia mientras las miraba avergonzado. El trabajo diario, su ascética subsistencia, habían cementado tanto las palmas de sus manos como su voluntad de resistir ante la inmisericorde adversidad de una existencia solitaria. Mientras desollaba los pequeños animales que en ocasiones lo alimentaban y que en otras lo hacían enfermar, recordaba lo que al otro lado, en el luminoso mundo civilizado se conocía como libertad. El recuerdo no afectaba a su semblante, no le provocaba ninguna sensación de vacilación ni tampoco de aquiescencia sobre su decisión de huir. Ni sentía rencor ni se permitía juzgar a los otros. En cierto modo entendía su elección por mantenerse en el mundo de la luz, de los focos, de la compañía, de la comodidad. A pesar de todo, su humanidad le hacía experimentar una cierta sensación de compasión, de piedad hacia ellos. Para él no eran sino inocentes polillas atraídas por el resplandor de las ventanas en las noches de verano. Agitando con fuerza sus frágiles alas, empujando con su cabeza y abdomen el frío cristal que nunca podrían traspasar, llegarían a la extenuación y a una muerte segura, dejando su insignificante cuerpo tendido sobre el mármol del alféizar...

domingo, 13 de diciembre de 2015

Europeísmo

Plano, inocuo, imperecedero, una vez más, pensaba. No sabía reaccionar ante la evidencia de que era un día más, una nueva jornada de vacío, de mediocridad, protagonizada por su propio desencanto. Ya no le bastaba con engañarse con la excusa fácil: la gente, los demás, los otros, lo de fuera. Todo ello no era peor que su propia existencia, tal para cual. Todos los cobardes se conocen bien a sí mismos, se decía mientras miraba a su alrededor. Y él no era la excepción. Dubitativo, aceptaba el propio destino, su devenir, como uno más. El conformismo, el mal propio de la mezquindad y de las sociedades avanzadas, era el alimento que lo mantenía vivo, si a ese estado vegetativo se lo puede considerar digno de llamarse vida. La enfermedad, la pandemia de la indiferencia y el egoísmo, aún se encontraba en fase de incubación en nuestra cívica sociedad occidental. Pero eso no duraría siempre, pensaba. Llegaría el día en que los gérmenes acumulados durante tantas décadas atacarían a sus defensas, aniquilándolas. Un efecto purificador, necesario, aun cuando el número de bajas y el dolor producido fueran incalculables. Solo rezaba piadosa y cobardemente para que sus hijos no llegaran a vivirlo.

martes, 30 de diciembre de 2014

Panegírico navideño

Gracias, oh Señor de los pobres y de los oprimidos, por ser mi apoyo en estas entrañables fechas navideñas en las que, en honor a ti, colmamos nuestros estómagos con gran cantidad de suculentos alimentos, y nos obsequiamos unos a otros con los exclusivos regalos que permiten mantener a nuestras familias muy unidas y felices ¡Es tan emocionante presenciar cómo se llenan los mercados y las tiendas estos días! Perdónanos, oh Señor, por no poder gastar más en este año porque, a pesar de todo, no nos sobra tanto como otras veces, pero no dudes que, en cuanto la economía nos lo permita, volveremos a ser esos fieles creyentes que no dudan en festejar tu nacimiento como te mereces. Si es posible, mi Señor, líbranos de las enfermedades y las malas inluencias que pertuban nuestra maravillosa armonía cristiana. Peligros que en ocasiones vienen camuflados en el zurrón de los que cruzan nuestra frontera para quitarnos el trabajo y aprovecharse de nuestra prosperidad, creada gracias a nuestro sacrificio diario, al sudor de nuestra frente. Guíales con tu fuerza para que se conformen y no insistan en su estéril esfuerzo que no hace sino poner nuestras vidas en riesgo. 
A pesar de todo, nunca olvidamos tus enseñanzas, y como cada año, practicamos la caridad que nos hace dichosos: este año hemos donado en la operación kilo tres bolsas de arroz, dos de garbanzos, una de azúcar y un bote de melocotón en almíbar a esas gentes que pasan calamidades para que también disfruten de un plato caliente en estos días. Tampoco olvidamos pasar el día de la banderita y colaborar con 5 € en beneficio de los enfermos del mundo. ¡Tenías que haber visto qué guapa iba Carlota con su vestido nuevo de Chanel cuando saludó a la Infanta Pilar en la mesa de la Cruz Roja en la plaza de Colón...! No quiero terminar mi oración, Señor mío, sin darte de nuevo las gracias ¡mil gracias!, por mantener la magia de la navidad un año más.

martes, 12 de agosto de 2014

Ébola

Occidente mira con el ceño fruncido hacia abajo. La cloaca en que ha convertido al resto del mundo se le escapa de las manos. Lo de menos es que mueran de hambre cientos de miles todos los años, qué más da eso. Se organiza una cena benéfica para lucir los zapatos Louis Vuitton con la presencia de los piadosos políticos y todo arreglado. Tras la cena se da la orden de pegar unos cuantos pelotazos a los negros que asomen la cabeza por la boca de la alcantarilla y a otra cosa, mariposa. Pero ahora a los caciques de occidente se les presenta una situación difícil de solucionar con proyectiles de goma y vallas de alambre de espino. Han llegado demasiado lejos y ahora el filovirus se puede tomar la justicia por su mano. La cifra de muertos es irrisoria si se compara con las tragedias humanitarias que se han sucedido en las últimas décadas pero, en este caso, sí nos sentimos conmovidos porque en algún momento un vuelo puede aterrizar en nuestro país con un incómodo compañero de viaje en su interior.
La Historia nos dice que casi nunca la injusticia quedó impune. Tarde o temprano las almas de todos aquellos a los que hemos matado de hambre y enfermedades se alzarán contra todos nosotros y no tendremos autoridad moral para implorar clemencia.

lunes, 19 de mayo de 2014

viernes, 22 de junio de 2012

No sois cobardes

Lanzarse por la ventana de un 7º piso, cortarse las venas hasta desangrarse, pegarse un tiro en la boca, ahorcarse, ingerir una sobredosis de drogas, son algunos de los métodos con los que decidís poner fin a la situación de forma definitiva. Las causas: una enfermedad psiquiátrica, una crisis emocional, el sufrimiento, el desengaño, la frustración o simplemente el llegar a conocer con profundidad la tenebrosa sombra de la condición humana.
Con la vara de medir con la que se nos ha enseñado a juzgar las acciones de los demás, el veredicto para vosotros es incuestionable: sois unos cobardes. Según hemos sido amaestrados de forma enfermiza por los francotiradores de la moral, vuestra respuesta ante la vida es indigna y debe ser, como mínimo, censurada. El argumento para hacerlo es tan pueril como aceptar que vuestra postura es la de aquellos que no quieren afrontar los problemas, de los que prefieren seguir un sencillo atajo para escamotear el esfuerzo por perdurar y resolver aquello que les desespera. Parece que, según este punto de vista, el suicidio es la respuesta equivocada que acaba por delatar al fracasado, al perdedor. Una vez más, no hay sitio entre nosotros para los que la sociedad considera como derrotados; una vez más, la comunidad reniega de vosotros, incluso cuando ya no existís. 
No hay censura alguna, sin embargo, en optar por alargar una vida semivegetativa, postrados un día tras otro en un sofá viendo la televisión o mirando a la gente pasear a través de la ventana, mientras nuestro saco de huesos se va pudriendo lenta y progresivamente, esperando nada.

domingo, 20 de mayo de 2012

Tragar, o no tragar: esa es la cuestión.

Las inercias irracionales provocadas por la sociedad, la tradición, la religión o el acerbo cultural me cabrean. La razón es doble: por un lado me irrita obrar contra mi propia conciencia y, por otro, me pesa actuar como un borrego más.
Vivimos atemorizados ante cualquier posible manipulación de la conciencia de nuestros hijos: internet, las amistades, los medios de comunicación, entre otras; y, sin embargo, los mandamos, de forma prematura, y sin ningún pudor, a la arena del circo romano que la Iglesia ha montado para influir en las ideas de unos niños que no están todavía formados para comprender lo que se les está ofreciendo. Me consta que no entienden nada: yo tampoco lo entendí cuando pasé por ello, pero la recompensa es tal, que ni se les ocurre poner un solo reparo a la efemérides. Videoconsolas, tablets, portátiles, bicicletas, dinero, ipods, relojes, constituyen un botín demasiado valioso como para renunciar a algunas pequeñas incomodidades como son la catequesis de preparación, o la confesión de no se sabe qué, a un señor que les va a perdonar en nombre de algo que llaman Dios y que es muy bueno. De esta forma, desorientados, pero atraídos por la gratificación, a diario, durante las semanas previas, cuentan las horas que les separan del feliz acontecimiento.
Capítulo aparte merece la pompa que rodea al acontecimiento: trajes de marinerito, chaquetas con corbata, casacas de estilo militar y opíparos banquetes aderezan el rancio espectáculo para regocijo de abuelos, tíos y amigos. La pregunta que cabría hacerme es sencilla: eres su padre,  nadie te obliga, ¿por qué lo permites entonces? La respuesta, como en tantas otras ocasiones, no lo es tanto: el afán por no herir a aquellos a los que quieres pesa demasiado, quedando la coherencia personal aplastada por completo... una vez más.

sábado, 14 de abril de 2012

La boca llena

Se les llena la boca de anunciar que apuestan por un cambio del modelo productivo a través de una sociedad basada en el conocimiento y la innovación... y reducen drásticamente las ayudas a la Ciencia y la Educación.
Se les llena la boca de hablar sobre la ayuda a los más necesitados... y masacran los fondos de cooperación (en crisis ya importa menos que se mueran de hambre algunos en países que ni siquiera conocemos).
Se les llena la boca apoyando en sus discursos a los más necesitados... y les suben las tarifas del transporte público al día siguiente.
Se les llena la boca de decir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, despilfarrando el dinero como si cenáramos todos los día con Moet Chandon, y... los que siguen despilfarrando son los mismos de siempre. Mientras tanto, la mayoría ha pasado de tener el agua al cuello, con hipotecas de casas sobrevaloradas por aquellos que nos acusan de irresponsables, a tenerla por la nariz.
Se les llena la boca al pedir responsabilidades a los bancos irresponsables... y la única medida es rescatarlos y evitar su caída a costa de los del agua al cuello.
Se les llena la boca de pronunciar la palabra "sostenibilidad" para apoyar las energías renovables... mientras que, si no fuera por las subvenciones, a costa de los del agua al cuello, serían insostenibles.
Se les llena la boca al hablar de nuestra próspera sociedad, libre y de mercado... y los mercados, junto a la incompetencia de los de la boca llena, la han convertido en una sociedad esclavizada.
Se les llena la boca de mencionar las palabras transparencia y ejemplaridad... y en las primera páginas de los periódicos se nos detallan el número de juicios pendientes de sus colegas de partido por prevaricación y enriquecimiento ilegal.
Se les llena la boca hablando de la soberanía nacional y de su independencia política... mientras miran de reojo, con temor, las evaluaciones que hacen las agencias de calificación sobre sus decisiones.
Se les llena la boca de pedir compromiso, rigor y austeridad a unos y otros... y ellos, que tienen la máxima responsabilidad sobre las grandes decisiones, se marchan a su casa cada cuatro años con un sueldo vitalicio, tras haber esquilmado las arcas del Estado.
Mientras, los del agua por la nariz observan como sube el nivel, lentamente...

jueves, 14 de julio de 2011

Gandhi

Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa

miércoles, 8 de junio de 2011

Menú ejecutivo

En los restaurantes de Madrid está de moda ofrecer el, así llamado, "menú ejecutivo". Mi interpretación es que se trata de una estrategia que, a base de adular al consumidor con una comparación explícita con el arquetípico triunfador de nuestra sociedad moderna: el ejecutivo, permite aumentar el precio del menú habitual en un par de eurillos del ala. La verdad es que, bien pensado, ¿qué son dos euros más al día si a cambio nos transformamos en mileuristas VIP? A pesar de la gran ventaja que supone elevar el ego de la sociedad con este tipo de medidas, propongo algunos menús alternativos para perdedores confesos, ciudadanos objetivos (o simplemente terrícolas cabreados): 
  • menú mileurista
  • menú indignado
  • menú desempleado
  • menú hipotecado
  • menú perroflauta
Se admiten sugerencias...

LvB


¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino. -

Ludwig van Beethoven

miércoles, 1 de junio de 2011

Conjunto vacío

De repente se replanteó su pasado. Comenzó a pensar en los sacrificios realizados, en los amigos a los que defraudó, en los éxitos y los fracasos, las conquistas, las decepciones, las ilusiones, las alegrías, el desasosiego ante la pérdida del amigo. El conjunto era un sinsentido, un conglomerado de vivencias, la mayor parte de ellas vacías de contenido, que corroboraban su idea sobre lo absurdo que resultaba vivir. El objetivo perseguido, e infelizmente alcanzado, había sido el bienestar, la vida cómoda, el dejar pasar el tiempo pensando en disfrutar con el consumo de placebos...¿y ahora? Sabía que era un ignorante, un cobarde incapaz de reaccionar: sólo le quedaba esperar, como al resto.

lunes, 4 de abril de 2011

V.O. sin subtítulos

El color elegido será el negro mate, sin brillos ni adornos. Grabado con cincel en el sólido monolito de granito se leerá "Odio las visitas". Morirá con la esperanza de que nadie le lleve un ramo de flores, de que sus familiares y amigos no pierdan un segundo de su vida para visitar a un despojo. Soñará con que los árboles le abracen suavemente con sus raíces dándole calor, mientras sus restos recompensan al frondoso vecino con el alimento que gradualmente extraen de su cuerpo. Añorará, incluso debajo de la tierra, sentirse útil para los que le rodean. Detestará que se celebre un funeral, que sobre él digan que era "amigo de sus amigos", o "buen padre", "un ejemplo para los que le rodeaban" o que "finalmente se arrepintió de sus pecados y abrazó la fe de la iglesia", principalmente porque todo serán burdas mentiras, como siempre sucede en los funerales.


miércoles, 16 de marzo de 2011

Cristo y el siglo XX

Me pregunto cómo habría reaccionado Cristo si hubiera renacido a finales del siglo XX. 
Probablemente le enfermaría observar cómo la iglesia que él creó a partir de unos cuantos don nadies repletos de ilusión y de fe, se vendió al poder económico, cómo llevó bajo palio a los tiranos para mantener su posición de privilegio, cómo se convirtió en un fósil de un paquidermo alimentado por el miedo. Detestaría que, en su nombre, se predicara la oración y la liturgia con una serie de consignas aprendidas de memoria, unas cuantas frases hechas que, entre el aburrimiento general, son masculladas con desgana por unos cuantos individuos desilusionados.
Tras sus primeros movimientos y manifestaciones sería tachado de terrorista, populista, demagogo y sería el objeto de la mofa pública por parte del aparato político y económico a través de sus prostituidas marionetas: los medios de comunicación. Su valentía y la defensa de la verdad le convertirían en un personaje incómodo, un antipatriota en cualquiera que fuera el país que le viera renacer. Tras ser vapuleado por los medios y sin ofrecer resistencia alguna, sería juzgado y condenado por clérigos y políticos. Unos días antes de su asesinato, cerraría los ojos, hablaría con su Padre y le diría entre lágrimas: "Padre, nada ha cambiado".

domingo, 20 de febrero de 2011

Prohibido

El matrimonio entre prohibir y legislar vive su edad dorada. Es un hecho tragicómico que desde que vivimos en la, así llamada por los políticos, "libertad", no nos hemos dedicado más que a prohibir: prohibido fumar (lo que no se ha prohibido es recaudar con los impuestos que gravan el tabaco), prohibido beber alcohol al aire libre, prohibido pasear a los perros desatados, prohibido aparcar enfrente de tu casa, prohibido pasar sin acreditación, prohibido comer en bañador en el chiringuito de playa, prohibido trabajar sin saber el idioma propio de la comunidad autónoma de turno, prohibido mostrar símbolos no constitucionales, prohibido cuestionar la democracia, prohibido organizar corridas de toros, prohibido cuestionar la monarquía (al mismo tiempo que se prohíbe cuestionar la desigualdad de los derechos entre los españoles) o la constitución, prohibido vender bollos en los colegios,... 
Legislar es la labor del legislador y si, en el actual marco reglamentario tal o cual actividad ya está legislada, aunque sea de forma correcta, ha de cambiarse para justificar la razón de ser de aquél (y su sueldo, como no podía ser menos). Este escenario lleva a situaciones grotescas, ya que el político de turno ha de superar su aburrimiento pergeñando nuevas prohibiciones. Esto es especialmente crítico en ministerios cosméticos, como igualdad y vivienda, o aquellos que se perpetúan sin necesidad, vacíos de contenido, por el traspaso de sus competencias a las comunidades autónomas. Pero ante estas dificultades el secretario de estado o director de área se viene arriba y acaba encontrando nuevos escenarios donde legislar y, por supuesto, donde imponer prohibiciones. Análogamente a lo que siente el pintor al ver su cuadro, o el arquitecto al inaugurar su edificio, el legislador goza con la nueva prohibición. - ¡Esto lo he prohibido yo! - piensa, mientras ve fumar en la calle a los sufridos contribuyentes que le pagan su sueldo, o mientras sus agentes velan celosamente por el control de sus recién estrenadas prohibiciones. Una vez que el engolado sujeto, asignado a dedo a un alto cargo como premio a su larga militancia en el partido, ve plasmadas en el BOE sus originales extravagancias, se llena de satisfacción al comprobar cómo traspasan el mundo de lo caricaturesco, de lo risible, rumbo al pomposo mundo de lo legal.

domingo, 13 de febrero de 2011

Excelencia compulsiva

El nuevo tópico político que se viene escuchando en los últimos tiempos es el del fomento de la excelencia. Los objetivos para los próximos años es dotar a los grupos de excelencia de medios para facilitar sus indudables posibilidades y liberar sus ataduras para dar rienda suelta a su talento. Estos grupos, minoritarios y hasta hace bien poco abandonados a su destino, en la mayor parte de los casos han conseguido salir adelante por sí mismos, remando contra corriente y superando graves dificultades estructurales.
La otra cara de la moneda es el mundo de los mortales, la clase media del conocimiento, la base de nuestra sociedad. Aquellos que han pasado por un sistema educativo generalista y que, con distinta suerte, han ido superando a duras penas las distintas fases de su formación o, en el peor de los casos, han ido quedando en el camino.
A estos últimos, el sistema les ha dado el mismo trato que a los primeros espadas, es decir, una patada en el culo, pero a diferencia de la élite intelectual, les ha sido más difícil progresar en su formación y, en definitiva, buscar una salida profesional eficaz. Este gran grupo que forma la clase media de la sociedad del conocimiento es la generación que forjará nuestro futuro. Los políticos seguirán haciéndose la foto con la élite y predicarán de forma farisea su apología de la excelencia sin considerar que donde está la clave del éxito es en la mejora de la educación básica y en la formación de una amplia comunidad de estudiantes de alto nivel, donde los outsiders y renegados tengan un papel complementario al conjunto.

jueves, 10 de febrero de 2011

El pastel del cumpleaños

Se acerca el día y me empiezo a sentir inquieto, como cada año. Muchos parecéis no comprender que me resulta indiferente superar un nuevo año. Ni me molesta ni me satisface llegar a la dichosa fecha, simplemente me resulta completamente intrascendente. Creo pensar que si me dejarais tranquilo, hasta me resultaría entrañable compartir la ilusión que mis hijos me transmiten al pensar que me alegro como ellos lo hacen, engañados por la llegada de la segura andanada de regalos familiares. Pero no será así: mis parientes cercanos, y los menos cercanos, me aniquilaréis con absurdas llamadas para demostrarme que no me olvidáis. A ninguno de vosotros os echaré en cara jamás que hayáis olvidado esa fatídica fecha, os lo aseguro. Nadie de vosotros leerá este texto, por lo que este llamamiento será estéril, pero al menos permite que me pueda desahogar clamando en el desierto... y, lo más importante, sin herir a nadie.

jueves, 13 de enero de 2011

Los paladines de la cultura

Maurizio Carlotti
Paolo Vasile
Isabel Linares
José Miguel Contreras
Santiago González

Quiero agradecer públicamente a estas importantes personalidades su tenaz, fructífera y encomiable labor por consolidar mi afición por la lectura. Gracias a ellos, he tenido un sólido acicate para leer obras maestras de la literatura y acceder a elevados pensamientos de mentes preclaras. Su oscura labor por motivarnos a apagar el televisor nos ha permitido a muchos disfrutar de autores como Zweig, Sebald, Bernard, Coetzee, Camus, Kafka, Böll, Oz, Salinger,... Mi llamamiento es que, por favor, perseveren en esta labor social que jamás ha conseguido realizar de manera tan eficaz ni el sistema educativo ni los llamamientos oficiales desde las altas instancias de la cultura nacional.

Muchas gracias, queridos amigos.

martes, 24 de agosto de 2010

El modelo [ ]

Dos grandes bloques de edificios en forma de U, enfrentados el uno al otro. Entre ellos un espacio verde de cuidado césped donde se integran una gran piscina y otra, más pequeña, para los más jóvenes bañistas, sin capacidad aún para nadar por sí mismos. En una esquina del rectángulo entre los u-edificios se despliegan cuatro pistas de paddle y una zona de juegos infantiles para los pequeños habitantes de [ ]. Y lo más importante, la valla de seguridad alrededor de todo el contorno, aislando a la comunidad del resto de la humanidad, y la compañía de seguridad, contratada para conminar a los no invitados a mantenerse en el exterior. La entrada para un habitante externo a [ ] requiere llamar dos veces al telefonillo y, en ocasiones, que el propietario del piso baje en ascensor para permitirnle subir tras haber insertado la llave de seguridad en su cuadro de mandos.
En el subsuelo de [ ], varios pisos de garaje para disponer de al menos dos plazas por vivienda. Ah, y el trastero, que según el agente inmobilario es "¡utilísimo!" y que los noveles propietarios enseñan con fruición a los familiares que inspeccionan la compra, mientras ellos asienten, convencidos de la importancia del oscuro habitáculo para el incipiente desarrollo de la vida familiar.
Como todo lo demás, la propia vida de sus habitantes se mantiene entre paréntesis, entre sus rejas metálicas cubiertas de setos de aligustre. Las relaciones sociales, especialmente las infantiles, se limitan al contacto con los vecinos, creando en su mentalidad un recelo hacia lo externo, lo de fuera.
Exactamente lo que se lleva hoy en día. Los arquitectos y promotores inmobiliarios han plasmado como nadie la nueva realidad social que emerge entre nosotros, a nuestra imagen y semejanza.

viernes, 20 de agosto de 2010

Ángel caído

Nadie pudo entender su reacción. Era un buen muchacho, jovial, alegre y con interés por aprender de todo lo que le rodeaba. Tras ese domingo de agosto, nada volvió a ser igual para él. No se supo la razón exacta de su trastorno que, a la postre, resultaría definitivo.
La realidad es que esa tarde, tras despedirse de su tía Carol y de Fidel, su marido peruano, salió a la calle para dirigirse a la villa en que sus padres pasaban los meses de verano. La villa era un viejo caserón solariego en la que sus padres habían derrochado tiempo y los ahorros de su vida para convertirla en una moderna casa de campo donde pasar sus últimos años de vacaciones. La casa de su tía y la villa estaban separadas por un corto paseo de unos 20 minutos. Era una trocha rural que en verano estaba rodeada de un frondoso bosque de helechos y eucaliptos. Pasear por ella era un verdadero placer, especialmente al amanecer y a última hora de la tarde, a la luz del crepúsculo. Mirando hacia el Oeste desde el punto más alto de la ruta se divisaba el mar y, en el ocaso, era parada obligada para los escasos caminantes, que quedaban hechizados por la puesta de sol. Los días en que soplaba el mistral, la maravillosa vista quedaba consagrada por el crepitar enfurecido de la espesura. Él aprovechaba este acicate para visitar a Carol con mayor frecuencia de lo que hubiera sido normal en una relación como la suya, cordial y a la vez distante. Salía de la villa a media tarde y volvía casi entrada la noche, muchas veces cargado con un talego de tortas de manteca que ella solía comprar en el mercado de la aldea para sus padres.
Pero esa tarde sucedió algo diferente. Tras el paso del mirador del mar, empezó a notar escalofríos. Se sentía observado, pero no era capaz de avistar a nadie a su alrededor. Esto le hizo forzar la marcha para tratar de alcanzar lo antes posible su destino. Caminaba rápido y el sudor le empezaba a recorrer la frente mientras el miedo le hacía palidecer. De repente, sintió un leve desfallecimiento que le obligó a parar un instante. Cerró los ojos para tratar de recobrar la consciencia y en el fondo negro de la mirada, cegada por los párpados, apareció una cara. Era una rostro de rasgos angelicales y piel blanca. El pelo era rubio y ensortijado. El gesto, inicialmente sugería una actitud timorata, mirando hacia abajo, sin prestar aparente atención hacia él. 
Tras unos instantes eternos, la cara fue levantándose, mostrándole sus delicados pómulos y las suaves curvas de sus cejas sobre los ojos levemente cerrados. Una vez descubierto el rostro por completo, el rostro abrió los ojos y en ese momento él sintió el frío del pánico inoculado en su médula espinal. Los ojos amarillentos, inyectados en sangre, le miraban fijamente, con una profundidad para él desconocida, con un aire desafiante. Tras dos segundos de terror, abrió los ojos y volvió a ver la senda que le dirigía a la villa. Con un paso lento y rígido inició la marcha. Su mirada, perdida. El habla, para siempre también...

jueves, 12 de agosto de 2010

Éxito

Me resulta escandaloso la frecuencia y arbitrariedad con la que se utiliza la palabra éxito. En mi ingenua ignorancia, pensaba que el éxito era el resultado de aplicar la excelencia, el trabajo y la calidad en la realización de una determinada actividad cumpliendo un objetivo de forma brillante. Dada la situación, me decidí a consultar el diccionario, quedando asombrado una vez más por mi escaso dominio del vocabulario. Así, la RAE define en su diccionario el éxito de la siguiente forma:

éxito. (Del lat. exĭtus, salida).
1. m. Resultado feliz de un negocio, actuación, etc.
2. m. Buena aceptación que tiene alguien o algo.
3. m. p. us. Fin o terminación de un negocio o asunto.

Es decir, el éxito se refiere esencialmente al resultado de la actividad o a la popularidad social adquirida por lo realizado. Por lo tanto, he de reconocer mi error ya que, contrariamente a lo que pensaba, su uso es en general correcto.
Sin embargo, este descubrimiento me hace porfiar aún más en el desprecio que me produce la repercusión que el éxito ha adquirido entre nosotros. El éxito es perseguido como la leyenda de El Dorado lo fue para los antiguos conquistadores. La consecuencia de su persecución es que todo se enfoca hacia los resultados y, ésto, en su degradación más extrema, conlleva aceptar aquello de que el fin justifica los medios. No es de extrañar por lo tanto la degeneración moral de los programas de los medios de comunicación o, sin ir más lejos, la de las empresas, lobbys o del sistema financiero mundial. El fondo del problema es el mismo, los atajos para una búsqueda rápida del éxito.
Sólo cuando el éxito es la consecuencia de nuestro comportamiento, y no un fin en sí mismo, es cuando éste adquiere algún valor, si es que lo tiene. Pero en su significado no se incluye nada de esto, por lo que, una vez más, manifiesto mi menosprecio más absoluto por el éxito.

lunes, 2 de agosto de 2010

Un melón de copiloto

A ojos de los demás, nunca supo ser cariñoso. Su recio talante tiraba para atrás hasta al más osado. Detestaba el halago fácil, la verborrea, la vana predicación. No podía soportar los sermones y menos aún los discursos pedantes de los sabihondos aduladores que se le acercaban con ánimo de acariciarle el lomo. Ahí, su reacción era rápida, feroz e irreverente. No dejaba lugar a la duda. Salían escopetados y no regresaban más por sus alrededores.
Le vi ahuyentar a las chismosas visitas con mano dura e implacable. Nadie, mientras él existiera, podría interrumpir jamás la paz y las costumbres de su hogar. Su actitud, profundamente agresiva en casos como éste, contrastaba con su obsesión por la educación y el señorío. En su casa, las groserías podían ser castigadas tan duramente como la peor de las canalladas.
Las palabras que mejor lo definían eran la rectitud y la justicia. Siempre pensé que hubiera sido un magnífico juez. Distinguía perfectamente entre el error y la fechoría premeditada. Jamás castigó a nadie que hubiera reconocido su error. Por el contrario, ante una falta malintencionada era fiero y mordaz.
Algunos de los que le rodearon, los menos, entendieron pronto su forma de entregar el cariño y se conmovieron porque comprobaron que era de verdad. Yo diría crudamente verdadera, sin aliños ni aderezos, de una forma salvaje. Ellos se sintieron afortunados porque disfrutaron de un ser peculiar, raro y sobresaliente.

lunes, 26 de julio de 2010

A-Z

Nada le importaba demasiado. Le costaba enfadarse, alegrarse, perder los estribos. Su ilusión permanecía intacta, pero de forma velada, sin dejar entrever el entusiasmo que le suscitaba su orbe. A su juicio, las cosas importaban poco gracias a su valor real, no porque quisiera despreciarlas deliberadamente. Eso le tranquilizaba: pocas cosas iban a ensombrecer las luces encendidas que formaban su pequeño universo. Éste lo formaban el grupo de todas aquellas personas, ideas, realidades que le conmovían. Nada de todo aquello que le resultaba accesorio y que, por otra parte, era la mayor parte del mundo exterior, casi todo lo que le rodeaba, le podía distraer. Por el contrario, subordinar su existencia a ese pequeño cosmos hacía que su vida pendiera de un hilo demasiado fino. Cualquier violento cambio en aquél, podría desembocar en un colapso absoluto, su devastación. - Eso es la vida, ni más ni menos, pensaba mientras sentía el vértigo del peligro cierto.
En cierto modo, no experimentar ese vértigo era peor que morir, porque significaba no asignar valor a perder su pequeño tesoro o, lo que es peor aún, no tenerlo.
El anonimato era su fiel aliado. El compañero de trayecto ideal para aquel cuyo único objetivo era desdeñar la periferia, lo insustancial. Él odiaba el adorno de forma compulsiva, lo consideraba el culpable de distraer la atención hacia lo frívolo y estúpido. Tanto era así, que soñaba en ocasiones con un mar de ceniceros de cristal, figuritas de porcelana, jarroncitos de cerámica y demás inmundicias siendo arrojado a una gran trituradora como paso previo a su definitiva incineración.
El equilibrio, la armonía, la estructura de su mundo se cimentaba en grandes pilares. Desnudos, robustos en apariencia, si bien muy frágiles en la realidad, ya que pertencían al mundo de los vivos. Sobre ellos descansaba él, con un sueño placentero, hipnotizado por todo aquello que le mantenía a flote.

martes, 13 de julio de 2010

¿?

¿Por qué hemos de asumir que todos somos iguales?
¿Por qué se puede estar orgulloso de haber nacido en una parte del mundo, cuando únicamente se debe al azar?
¿Por qué el hecho de haber nacido en unas cordenadas te condenan de por vida a tenerlo todo o, por el contrario, a no tener nada?
¿Por qué aquellos que se resisten a conformarse con esto son denominados inmigrantes ilegales o terroristas?
¿Por qué se mantienen relaciones fraternales con paises que permiten la tortura y menoscaban los derechos humanos únicamente por intereses económicos?
¿Por qué los ultracivilizados paises europeos venden armas?
¿Por qué los creyentes se deprimen ante la llegada de su salvación eterna?
¿Por qué existen curas en el ejército? ¿y por qué pueden llegar a tener jerarquía (y sueldos) de oficiales?
¿Por qué la simbología y los iconos de la iglesia se construyen de oro y piedras preciosas?
¿Por qué las reporteras de la televisión están tan buenas? ¿será quizá por su mayor preparación frente a las gordas, barbudas o gafotas?
¿Por qué los mejores libros se basan en tragedias y dramas humanos?
¿Por qué los mejores escritores y pensadores son mayoritariamente pesimistas y reniegan de su entorno?
¿Por qué los mismos que fomentan la competitividad entre los miembros de la sociedad predican la generosidad y la filantropía?
¿Por qué hay que ser demócrata?
¿Por qué la igualdad de derechos coexiste con la monarquía?
¿Quién garantiza que el hijo de un rey no sea un imbécil o un sanguinario?
¿Por qué hemos de inclinarnos ante Doña Letizia tras su boda con Don Felipe?
¿Por qué los familiares políticos de los monarcas acceden a puestos de consejero delegado de grandes compañías al día siguiente de la boda?
¿Por qué nos cuesta tan poco limpiar las inmundicias a nuestros hijos y tanto a nuestros ancianos padres?
¿Por qué las jóvenes modelos se casan con ricos septuagenarios?
¿Por qué los mayores defensores de la iglesia son las clases altas de la sociedad? ¿será quizá como pago por predicar la mansedumbre y el conformismo?

jueves, 1 de julio de 2010

El guardamuebles

La visita a un asilo, especialmente cuando ésta se realiza como espectador, debería realizarse en algún momento de nuestra vida. Conocer la invariable rutina del día a día, observar las caras de sus habitantes, oler el hedor de sus salas, escuchar los murmullos y los insensatos gritos que súbitamente alteran su silencio, resultan experiencias sobrecogedoras. Por la mañana se dasayuna temprano. Después se pasa a la sala de estar, a la espera de la hora de comer. Tras la comida, a la sala de estar, a la espera de la merienda y, tras la merienda, la espera hasta la noche, en que los vejestorios se desplazan a sus habitaciones a dormir hasta la mañana siguiente. En definitiva, una vida a la espera de que llegue la muerte, que es la única vía de terminar con esa tortura humana.
La vida y la importancia del individuo están íntimamente relacionadas y, pese a lo que predican las consignas oficiales, la vida de los viejos no vale nada. Y esto es así no por una ausencia de su valor intrínseco sino por las denigrantes condiciones en las que se desenvuelve y la falta de dignidad que la rodea. Si esta valoración se realiza desde el punto de vista económico, el planteamiento resulta opuesto, ya que resulta sorprendente lo que las familias están dispuestas a desembolsar para desembarazarse de la molestia que ocasiona un viejo. Por lo tanto, el valor de su vida lo podemos medir de una forma sencilla relacionando los ingresos familiares y los costes del guardamuebles.
Básicamente, la situación es que los viejos nos molestan, pero no tanto para que deseemos su muerte o que seamos capaces de facilitársela. Aceptamos que sufran la soledad y la falta de dignidad de su nueva situación penitenciaria pero no les permitiremos jamás que acaben con su vida. Así, nos quedamos todos mucho más tranquilos sobre nuestra conducta, ya que estamos dispuestos a desembolsar lo que sea necesario para resolver la papeleta, a cambio de una embarazosa visita trimestral para comentar con él o ella lo contento que debe estar por estar tan bien tratado por los serviciales asistentes sociales, y todo ello sin que se nos caiga la cara de vergüenza. Enhorabuena a todos.

Incorrección

Reinvindico el rencor. Me niego a aceptar su desprestigio. No sólo es un sentimiento humano sino que además es una defensa natural que resulta útil y necesaria. La tradición judeo cristiana nos alecciona en su contra. Nos inculca la cultura de la mansedumbre y el perdón. Establece que las personas rencorosas sufren por este motivo. Esta argumentación resulta falsa y del todo hipócrita. Conozco los sentimientos de muchos de los que predican la reconciliación y el perdón y, por sus actos, es fácilmente comprobable que no actúan en consecuencia.
La clave, en mi opinión, está en la templanza y mesura a la hora de enjuiciar el comportamiento de los demás. La realidad es que, simplemente, en la mayor parte de los casos, no existe justificación para tener rencor a nadie. Basta con tener la suficiente humildad para reconocer que las personas nos equivocamos en nuestros actos y eso puede tener consecuencias para los que nos rodean. Ello, una vez asumido, ni resulta extraño ni puede ser objeto de reacción por nuestra parte. Pero, dejando a un lado este tipo de cuestiones, existen conductas abyectas, detestables per se por su origen y voluntariedad, que no pueden ni deben ser perdonadas. No nos pueden convencer de que lo que sentimos de forma natural como respuesta a determinados actos injustificables venga de la maldad innata de nosotros mismos, en la medida de que somos seres humanos que han cometido esa entelequia indescifrable que se llama pecado original (o algo así) y por la que tenemos el alma manchada ya desde bebés. Sólo faltaría eso.

sábado, 15 de mayo de 2010

La 60 para G

Hoy escuché One mientras corría por el parque y me sirvió para recordar que hacía demasiado que no hablaba contigo. He agradecido el camuflaje del sudor en la cara. No te olvido, amigo.

lunes, 10 de mayo de 2010

El parque

1980.
Unas carreras escalera abajo, en la mano izquierda un bocadillo de media barra con un exiguo relleno de chorizo de pamplona. En la derecha, un balón de cuero gastado. Una sonrisa de oreja a oreja y un grupo de amigos con pantalones cortos para empezar el juego. El terreno de juego es un solar de arena endurecida y piedras, con algún cascote de cristal y envases de plástico esparcidos que formarán los postes de las porterías, una vez agrupados en el sitio adecuado. Los amigos esperan impacientes la llegada del balón para iniciar el encuentro mientras apuran el pico del pan. El calzado es variopinto: algunas zapatillas, muchos zapatos de suela dura y mayoría de calcetines blancos subidos hasta la rodilla. Hay risas, competencia, complicidad, lágrimas, insultos, reconciliaciones, abrazos, empujones, en definitiva: amistad. El partido acaba como siempre, unos ganan, otros no, las rodillas desolladas, las camisas empapadas y, tras alguna que otra pelea, la vuelta a casa, con el resuello suficiente para subir corriendo de tres en tres los escalones y plantarse en la puerta para llamar al timbre.
2010.
El estadio de los partidos inolvidables, el viejo solar, se ha convertido en un lujoso parque infantil. En el parque, cuidadosamente equipado con juguetes homologados con severos controles de calidad para garantizar la seguridad de los pequeños, los padres acompañan a sus hijos mientras éstos les exigen despóticamente su atención para compartir sus juegos. Los padres, con una resignación casi superior a su aburrimiento, hacen caso sin pestañear mientras vigilan que nadie se acerque a sus pequeños tesoros. Las pequeñas joyitas detestan bajar al parque tanto como sus padres porque nada les entretiene más que su consola de videojuegos y el aburrimiento de los mayores les contagia rápidamente. Surge una disputa por utilizar uno de los columpios con el niño al que acompaña el padre calvo con gafas. No hay problema. La solución ejemplarizante de los adultos se materializa en un amistoso y diplomático arreglo entre padres ("hay que compartir Lucas..., ¿no ves que este niño es pequeño y lleva tiempo esperando para subir?") bajo la infantil mirada de asco entre los pequeños tiranos. De vuelta a casa, todo ha ido bien, objetivo cumplido: "los peques" se han socializado y han aprendido a compartir las atracciones del parque con los demás niños. Además ninguno ha sido secuestrado por ningún desaprensivo, ni ha sido perdido de vista por el padre en ningún instante.
¿2040?

domingo, 2 de mayo de 2010

Fin

En ocasiones me pregunto por los pensamientos y las sensaciones que se experimentan cuando uno se encuentra en la situación agonizante que precede a su muerte. ¿Se impondrá el miedo, o por el contrario se mantendrá la calma, el sosiego?, ¿se repasarán los años vividos con la confianza de encontrarles sentido?, ¿se sentirá uno orgulloso de la prosperidad alcanzada a lo largo de su vida?, ¿se añorará cada uno de los momentos perdidos?
Probablemente, la debilidad, el trastorno propio del delirio final, la enfermedad o el dolor jueguen a favor de la conciencia en este caso y limiten en mayor o menor medida la sensación de vacío, de desesperación ante la asunción del tremendo error de concepto en el que se ha desarrollado su existencia.
Los más afortunados recordarán el desprecio en forma de ausencias hacia aquellos que le rodean en su lecho de muerte pagado con un miserable puñado de euros. Los menos, simplemente entenderán la razón del abandono con que éstos le han correspondido en sus últimos años. Sin embargo, lo que no me cabe duda es que ninguno alardeará de su todo terreno o del saldo de la cuenta corriente.
Los más cobardes se arrepentirán de los desprecios realizados a su dios, pidiendo desconsoladamente perdón por toda una vida de premeditada separación (¿será una casualidad que los templos estén llenos de septuagenarios cabizbajos?) Los más consecuentes se aferrarán a su dios o a su valentía por reconocer su desconocimiento y, simplemente, asumirlo con naturalidad.
Las situaciones límite retratan a quien las vive. Nuestro mundo no está preparado para conversar sobre la muerte. No queremos admitirla, nos repugna asumirla, pero el miedo hacia ella desarrolla, de forma tardía y lastimosa, nuestra inquietud por unas creencias que al menos nos sirven para engañarnos a nosotros mismos con una esperanza final.

lunes, 19 de abril de 2010

Admirados despreciadores


Admiro a todos los que desprecian el éxito. A aquellos que se niegan a recibir premios, a entrar en la dinámica facilona de ser cómplice, por lo tanto, de los leitmotiv recurrentes de la tragicomedia circense de cada día.
Grigori Perelman, Coetzee, Salinger, Thomas Bernard, Van Morrison son, en cada una de sus disciplinas, auténticos ejemplos de que el triunfo personal no tiene que depender necesariamente del número de portadas o los minutos de televisión concedidos a los medios de propaganda (me permito liberar de tan bajo perfil a la palabra "comunicación"). A ninguno de estos admirables talentos les resulta necesario manifestarse de forma políticamente correcta, forzar una cínica sonrisa mientras recogen un mísero talón de las manos del político que aprovechará el momento para hacerse publicidad a su costa, ni utilizar prostituidas palabras como "progreso", "sostenible", "ecológico" o "democrático". Se lo pueden permitir, y a fe que lo hacen.
El último caso, sobresaliente por el mérito que le acompaña, es el del genio ruso de la matemática, Grigori Perelman. Tras su demostración de la conjetura de Poincaré, uno de los siete problemas matemáticos del mileno, fue premiado con la medalla fields, el galardón más importante para un matemático, que se negó a recibir en el congreso internacional de matemáticos, al que, como es natural, también se negó a asistir.
Posteriormente el instituto de matemáticas clay (escribo con minúsculas todas estas instituciones en honor a Perelman) le declaró "apto" para recibir el premio, económicamente jugoso, por resolver uno de los problemas del milenio. Resulta grotesco que un jurado compuesto de aprendices en comparación con Perelman se permita calificar a semejante personaje como "apto".
Actuando en coherencia con lo anterior se volvió a negar a recibirlo y declaró: No quiero estar en exposición como un animal en el zoológico. No soy un héroe de las matemáticas. Ni siquiera soy tan exitoso. Por eso no quiero que todo el mundo me esté mirando.

domingo, 7 de marzo de 2010

Regalos y felicitaciones

Hace unos días sufrí en mi propias carnes el ceremonial de la celebración de cumpleaños. Alguno podría pensar que cumplir años molesta a partir de cierta edad pero lo cierto es que, a estas alturas de la película, no es este el caso. Repasemos la trasnochada liturgia.

Las (odiosas) felicitaciones telefónicas.

"Hola R., Felicidades, ¿qué tal?" y se callan. -"Bien". -"¿Qué tal todo? ¿Lo estáis pasando bien?" - y uno piensa -lo pasaría mejor si colgaras de una puta vez y me dejaras disfrutar con mi familia de un rato de tranquilidad. "Bueno, que pases un buen día y a ver si nos vemos"- "Muchas gracias, X." Y así hasta 20 llamadas en un día. Qué horror. Sobre todo eso de "a ver si nos vemos". Pero ¿qué es eso de "a ver si nos vemos"? ¿A quién tratas de engañar, señor@ X.? Si tienes ganas de que nos veamos descuelgas el teléfono y nos citamos para ir a cenar, o al cine, el dia D., a la hora H., en el sitio S.

Los SMS

Los utilizan aquellos que no se sienten obligados a llamar, porque les importas más bien poco, o aquellos que siendo buenos amigos, conocen mi odio por las felicitaciones. ¡Bendito sea el SMS de cumpleaños! Por Dios, si alguien lee este texto que tome nota ¡Cuántas conversaciones de besugo consigue ahorrar a la humanidad!

Los regalos

Los que te quieren regalar algo porque quieren tener un detalle, lo hacen pase lo que pase. Me parece estupendo. Por el contrario están aquellos que utilizan el regalo como la moneda de cambio de la merienda o celebración de turno. Si no les invitas, adiós regalo. ¡Qué sandez! o mejor, ¡qué asco! Al cinismo del que regala como forma de pagar su menú de la celebración se une su desgana por tener que pasar la tarde anterior comiéndose la cabeza sobre aquello que puede gustarte sin gastarse demasiado. Moraleja: no celebrarlo. Es la mejor forma de separar el grano de la paja.

En fin, miremos el lado positivo del asunto: Sólo pasa una vez al año.

jueves, 18 de febrero de 2010

Ataque de simpatía

Eran más de dos años ya en la vetusta facultad. Durante ese tiempo percibía las miradas desconfiadas de los ancianos próceres que le veían como una alteración en su distinguida paz. Ni un solo acercamiento, ni una muestra de curiosidad, ni siquiera un intento de saciar su insana desazón ante la perturbación del enfermizo entorno en el que vegetan.
Resultaba difícil de comprender para él, pero su intención era mantenerse al margen de todo tipo de distracciones. Su afán por el estudio y la comodidad del anonimato le hicieron adaptarse a la situación en pocos meses. Los días discurrían con lentitud, en la monotonía de su despacho, únicamente visitado por las limpiadoras de bata blanca que con un lacónico saludo descargaban en cinco segundos los residuos de la papelera.
Aquél día de noviembre, en su trayecto de media mañana hacia la cafetería, caminaba ensimismado en el pensamiento acerca de nuevos métodos a aplicar en el estudio. El método analítico, los métodos basados en sistemas complejos, la estadísitica... se debía decidir por uno de ellos cuanto antes. Su paso, tranquilo. Seguía enfrascado en sus dudas.
Sin embargo, en ese momento, percibió algo no habitual, que lo desconcertó por un momento. Un viejo profesor, con gafas negras y un elegante bastón de madera, se acercaba lentamente siguiendo una trayectoria que indefectiblemente le llevaría hasta él. Podría ser una simple casualidad pero su instinto le decía lo contrario a lo que cabría esperar de su reciente experiencia. La intención de ese hombre era abordarle en unos pocos segundos.
Mientras se acercaba, se aclaraban más sus rasgos fosilizados. Piel descolgada cubierta de grandes pecas ocres propias de su avanzada edad. Pelo peinado hacia atrás, más bien largo y ligeramente engominado. En el cuello, un pañuelo oscuro de lunares. Al aproximarse hacia él, su brazo estirado y una leve sonrisa sugiere su intención de darle la mano y entablar una conversación distendida.
-Hola, ¿cómo estas? Te veo muchos días y me preguntaba qué es de tu vida...
-Pues mira, estoy en el departamento de ciencias, tratando de acabar la tesis y de publicar lo máximo posible para buscar una plaza en la facultad...
- ¡Genial, genial! me alegro mucho de que venga por aquí gente nueva como tú... Oye por cierto, ¿sabes que me presento a director de la facultad, verdad? A ver si cambiamos esto entre todos, ¿no crees?
De inmediato, el joven sonríe irónicamente y, de forma precipitada, le desea la mejor de las suertes, derrochando un cinismo aún superior al de su osado asaltante. Mientras se aleja, busca un sitio donde pensar acerca de su primera amistad en la facultad en estos dos años. Mientras apura la taza de café, piensa en el profundo asco que le provoca. El desprecio le hace torcer el gesto durante un par de segundos. Se da media vuelta y se encamina lentamente hacia su despacho. Finalmente optará por los sistemas complejos, no cree que el método analítico le vaya a ayudar a interpretar los resultados.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Liberación

El frío gélido de diciembre, reflejado en la escarcha que cubría los terrones del campo levantado por el arado, no era obstáculo alguno para partir a primera hora de la mañana hacia el monte. El brillo del sol al amanecer iluminaba el helado horizonte con un destello que deslumbraba la vista al fijar la mirada en la distancia. La brusca sensación inicial de frío, intensa al salir del cálido salón del viejo caserón, se iba reduciendo paulatinamente conforme caminaba. A los pocos metros de trayecto sobraba el abrigo y, como ésto era ya conocido por propia experiencia, salió de casa con una exigua camisa de pana. Trataba de evitar a toda costa cualquier posibilidad de resudar ya que, de producirse, el frío sería entonces demasiado molesto, casi insoportable.
Su forma de caminar era bien conocida entre los vecinos de la villa. Su amplia zancada, unido a la frecuencia del paso, le daban la posibilidad de recorrer grandes distancias a pie en poco tiempo y ello le resultaba de máxima utilidad a la hora de granjearse la merecida fama de magnífico cazador que tenía entre los que le conocían.
En poco tiempo dejó atrás el caserón y desde su posición apenas se podía distinguir ya la vieja torre de iglesia y sus sillares desgastados por los años y el abandono. Conforme se alejaba de la aldea aumentaba su sensación de libertad y ello se reflejaba en su rostro. El semblante contrariado, displicente, con el que había abierto el portón para salir del caserón contrastaba con el gesto de confianza y aplomo de aquél que se sabe parte de un entorno con reglas francas, inamovibles y perfectamente conocidas. Su mirada, fija en el horizonte, señalaba de manera inequívoca hacia la meta, su destino final.
La helada matinal, modulada por el aparición del sol, había dado paso a un agradable frescor que le permitía mantener el ritmo de avance sin desfallecimiento alguno. El terreno comenzaba a inclinarse hacia arriba en las faldas del montecillo aunque, paradójicamente, era en este medio donde se sentía más a gusto al caminar: la pendiente era todavía suave y la dureza del piedemonte se agradecía tras haber recorrido varios kilómetros por el barbecho, donde los pies se hunden una cuarta a cada paso y es necesario ir equilibrando el cuerpo casi constantemente sobre los terrones levantados.
Durante la subida hacia lo alto del cerro no perdía el tiempo en pensar, únicamente disfrutaba con el esfuerzo y con la maravillosa mezcla de sensaciones, fundamentalmente los olores y el colorido, que le regalaba una vez más ese paisaje, tantas veces atravesado junto a su fiel pareja de drahthaar en busca de los bandos de perdices. Definitivamente, todo lo que tenía que pensar ya lo había meditado y su decisión estaba tomada desde hacía tiempo. Su marcado pragmatismo, demostrado con obstinación a lo largo de su vida, le llevaba a no titubear tras elegir la, según él, mejor de las soluciones.
El collado estaba cerca y justo detrás, oculto tras un saliente, se encontraba el gran risco de caliza horadada por el agua desde donde se divisaba todo el valle y donde finalizaría su trayecto. La cercanía del farallón le tranquilizó aún más si cabe.
Cuando llegó a su cresta, tras trepar unos doscientos metros por estrechos pasos y grietas entre la roca, respiró hondo durante unos instantes y se encendió el cigarro que llevaba guardado en el bolsillo de la camisa. Tras la última calada, más larga de lo habitual en un fumador ocasional como él, sacó el retrato de Beatriz de la cartera que guardaba en el pantalón y lo miró dulcemente durante unos minutos. Ya había cumplido con su deber. Era su momento. Un disparo arrancó el graznido desesperado de un grupo de cuervos, que se lanzaron a volar hacia el fondo del valle, planeando sobre la inmensidad de sus baldíos terrenos.

martes, 27 de octubre de 2009

Liderazgo

Estaba sentado en un asiento del vagón, con el codo apoyado sobre la barra de sujeción que delimita la zona de asientos con la puerta de acceso. Su apariencia era intachable, traje gris marengo, corbata amarilla y mocasines perfectamente abrillantados. El pelo, con las canas necesarias para transmitir confianza, pero no las suficientes para parecer un viejo, remataba la imagen del estereotipo actual del profesional perfecto.
Entre sus manos sujetaba un libro de tapas grises, de encuadernación austera. Estaba concentrado al máximo en su lectura. Por el aspecto del nudo de la corbata, ligeramente aflojado, daba la impresión de estar en el trayecto de vuelta a casa desde el trabajo. Entre los pies sujetaba un maletín. El reloj digital del vagón marcaba las ocho y diez de la tarde.
La edad que aparentaba, junto al anillo dorado que lucía en su mano derecha, dejaba entrever que estaba casado y probablemente fuera el padre de varios hijos. No parecía que estuviera pensando en otra cosa que no fuera su lectura, a pesar de que una noche más no llegara a despedirse de los niños antes de que se marcharan a dormir. Mientras pasaba la página, mascaba chicle lentamente, y su gesto sugería que estaba asimilando perfectamente el contenido del libro.
De repente, unos segundos antes de que el tren se detuviera en la estación de Méndez Álvaro, el hombre insertó una hoja en blanco en el libro a modo de marcador y lo cerró con delicadeza, dejando al descubierto la portada. El título del libro era "Las ocho claves del liderazgo". Finalmente, lo introdujo en su maletín, junto a los restos de comida guardados en dos recipientes de plástico, y se levantó para salir del vagón.

domingo, 25 de octubre de 2009

Influenciable

A menudo se preguntaba sobre las bondades o maldades del hecho de ser fácilmente influenciable. Por una parte, pensaba, seguir un estilo propio, tener una línea de actuación personal resultaba siempre recomendable. Sin embargo, renunciar a las influencias positivas que podría recibir de los que le rodeaban no parecía inteligente. Seguro que existía un equilibrio entre ambas posiciones pero, en ocasiones, no resultaba fácil llegar a combinarlas adecuadamente.
Si le dieran a elegir, prefería quedar bajo la máxima influencia posible de aquellos a los que admiraba, los que, a su juicio, acaparaban la sabiduría, el temple, la intuición, la curiosidad, las ganas de aprender, el sentido del humor, la ironía, el desprecio hacia los tópicos y lo políticamente correcto. Por el contrario, seleccionaría la estanqueidad contra aquellos que personifican los valores opuestos. Actuando de esta forma, según él, se podía alcanzar, por un lado, la satisfacción personal de poder elegir y, por otro, no renunciar a la valiosa aportación de los mejores.
Los que le rodeaban, al referirse a él, reconocían a un personaje mediocre, un ser impersonal, adusto, apático, insociable, en definitiva, lo que en nuestra sociedad se entiende como raro. No resultaba sencillo para el resto comprender su evidente falta de interés por relacionarse con ellos, mientras no dudaba en mantener largas conversaciones con el bedel de la tercera planta, un personaje patibulario y excéntrico, un perdedor, un don nadie, que aprovechaba las largas horas de espera para devorar tantos libros como le fuera posible.

jueves, 22 de octubre de 2009

Recetas

Nos gustan las recetas, seguir instrucciones para que tal o cual cosa funcione. El motivo es sencillo: nos evita pensar, meditar sobre el fundamento que provoca el resultado que se busca. Es una cuestión de comodidad, de pereza intelectual, no exenta de peligros. El hecho de seguir recetas nos deja indefensos ante lo inesperado, por mínimo que esto sea.
La alternativa es conocer las técnicas de trabajo, los criterios y fundamentos que provocan determinadas consecuencias para, a partir de las condiciones que se presenten, tomar nuestras propias decisiones sobre la manera óptima de resolver cada situación. Este método nos ofrece la tranquilidad de actuar de una forma correcta con la satisfacción personal que emana de analizar el problema, meditar la solución y resolverla de forma apropiada, dejando a un lado las consignas aprendidas literalmente.
Esta forma de actuar requiere de un aprendizaje diferente, basado en la comprensión de los conceptos en detrimento de la mera memorización de información. Este tipo de aprendizaje exige al maestro un conocimiento profundo y riguroso sobre aquello que ha de transmitir ya que cada uno de los conceptos analizados ha de ser justificado de una forma perfectamente razonada.
Los que hemos de ser formados debemos acostumbrarnos a preguntar por qué de forma sistemática, exigir explicaciones detalladas, y no conformarnos con una evasiva como respuesta. De otra forma lo aprendido tiene un valor exiguo. No existen grandes cocineros que se limiten a seguir un recetario de cocina. Los grandes chefs mundiales dominan las técnicas de los sabores, las mezclas de ingredientes, el valor de las texturas, los olores, la estética.

lunes, 12 de octubre de 2009

Miradas



La mirada de un hombre. Nada puede revelar más de una persona que su forma de mirar. Una única mirada puede hacer de una cara hermosa una imagen absolutamente desoladora y de un rostro arrugado y curtido por el sol, un icono capaz de movilizar a las masas. A menudo, al repasar fotografías de miradas de escritores, filósofos, físicos, pintores, músicos, científicos, misioneros... y de algunos de los que han dedicado su vida a trascender de lo prosaico, de lo vulgar, para tratar de avanzar en el campo del conocimiento, crear o mejorar la vida de aquellos que los rodean, a uno le recorre una sensación especial, difícil de describir.
Detrás de un solo gesto se vislumbra la grandeza que puede llegar a alcanzar un hombre, sin necesidad de pronunciar una sola palabra. No resulta necesario divagar sobre grandes conceptos metafísicos ni profundos tratados teológicos para adivinar lo que puede esconder en su interior. De la misma manera, se delatan detrás de sus miradas aquellos cuyo gesto sugiere el vacío, el desierto donde cualquier resto de humanidad resulta inalcanzable.
Los fotógrafos han sabido captar como nadie esta realidad y la mirada de algunas personas inmortalizadas en un simple retrato han constituido auténticos símbolos, casi mitológicos. Teresa de Calcuta, John Lennon, Albert Einstein, Ernesto Guevara, Woody Allen son quizá algunos de los más conocidos pero, afortunadamente, el listado es interminable...

domingo, 11 de octubre de 2009

Que me haga reír

La entrevista va dar comienzo. Desde detrás de las cámaras, un joven con barba de varios días despliega su mano derecha y simula una cuenta atrás ocultando sus dedos, uno cada segundo. Al final del descuento exclama un rápido "dentro". En ese momento, el gesto de una de las dos mujeres que esperan sentadas en el escenario, pasa bruscamente de la preocupación a la estudiada sonrisa de una profesional de la televisión.
-Hola amigos, hoy tengo el placer de presentarles en exclusiva la primera entrevista de Berta Conde, la top model española más cotizada en las pasarelas de París y Milán. - en ese momento gira la cabeza, dirigiéndose a la otra mujer:
-Berta, buenas noches.
-Buenas noches, Julia. - La cámara la enfoca y su rostro no ofrece dudas de las causas del éxito que la precede. Es una auténtica belleza: ojos negros, pelo oscuro, tez morena, labios carnosos, perfectamente marcados sobre una piel fina y tersa, propia de su edad: diecinueve años.
-Dime Berta, ¿te asusta ser la mujer más deseada de este país?
-No creo que esto sea así, Julia, realmente no me considero especialmente sexy -responde con falsa humildad.
La entrevista discurre por los cauces normales en estos casos. Preguntas sobre sus medidas: noventa y dos, cincuenta y nueve, noventa; sobre sus gustos cinematográficos, literarios, y otras cuestiones sobre su opinión acerca de asuntos de actualidad. Ella responde con tópicos bien aprendidos y con contestaciones tan artificiales como los cosméticos con los que ha retocado su bello rostro. La entrevistadora se hace la interesante y empieza a entrar en preguntas más personales.
-Pero dime Berta, para ti, ¿qué es lo más importante en un hombre que te quiera conquistar?- La cámara enfoca de nuevo al bellezón, esta vez de cuerpo entero, y ella responde, tras una pequeña pausa para meditar su respuesta -pues fíjate Julia, creo que lo que más me atrae de un hombre es que me haga reír...-Tras esta respuesta siguen algunas preguntas más sobre sus últimos trabajos en Milán, Nueva York y París y sobre las tendencias actuales de la moda. La presentadora le da las gracias y le desea lo mejor para el futuro. Ambas se despiden con un cariñoso beso ante las cámaras.
Al cabo de cinco meses aparece una noticia en las páginas de sociedad de la prensa escrita. "Berta Conde, la top model española más cotizada del momento, se ha comprometido con el empresario David Piñeiro, de cincuenta y nueve años de edad, presidente del grupo AXIA-XII". Bajo el titular aparece una fotografía del multimillonario de pelo engominado. La mirada penetrante, seria, transmite la agresividad propia de aquél que está acostumbrado a sobrevivir en un mundo de personajes como él: competitivos, duros, esclavos de su trabajo y libres de cualquier escrúpulo que le impida conseguir sus objetivos. Lo que nadie conocía, ni siquiera su ex mujer a la que acababa de abandonar por la modelo, era su escondida faceta de hombre chistoso, capaz de hacer reír a una mujer cuarenta años más joven que él.

lunes, 5 de octubre de 2009

Modas

No consigo entender a ciencia cierta el sentido de las modas. De repente, como quien no quiere la cosa, aparece un aluvión de gafas de gota, sandalias romanas y los pantalones colgando por debajo del trasero, mostrando unos calzoncillos de Kalvin Klein. Lo de menos es la ropa en sí, que puede ser más o menos estética o ridícula. Lo sorprendente es que detrás de esta costumbre se esconde la excusa de ser diferente, de destacar ante los demás, cuando en realidad lo que se está consiguiendo es el efecto contrario.
Mi opinión es que es este uno más de los síntomas de la pérdida de los valores individuales, del servilismo hacia los estereotipos que nos marcan no sé exactamente desde dónde. Si es necesario fabricar cientos de miles de gafas de gota y sandalias romanas para estar a la moda, alguien deberá ponerse manos a la obra para, en primer término, imponer la tendencia en el mercado, y posteriormente, fabricar la mercancía para saciar las ansias del consumo previamente inoculado en la sociedad. Lo cierto es que desconozco los mecanismos que mantienen este sistema, ya que lo que se publica generalmente en la prensa sobre las modas suele ser precisamente lo que queda fuera del alcance de las clases medias, es decir aquello que está al alcance de muy pocos y que, por lo tanto, sí sirve para marcar distancias entre los más acomodados y el resto.
En occidente siempre nos ha repugnado la esclavitud escondida bajo la uniformidad. Ha sido un síntoma claro de la falta de libertad, de la búsqueda de la impersonalidad propugnada por los sistemas dictatoriales como el comunismo maoista o los diferentes regímenes de ultraderecha. Sin embargo, al final, esta uniformidad llega por sí misma, si bien no impuesta por el Estado sino por el mercado y sus poderosas herramientas publicitarias. Es lo que algunos llaman la globalización: la pérdida de la tradición a manos de la maquinaria pesada de las grandes compañías. Otro tipo de esclavitud, más moderna y más dulce porque la aceptamos de buen grado al pensar que somos nosotros los que decidimos, cuando en realidad lo están haciendo un reducido número de personas desde la altura de la última planta del rascacielos de una gran ciudad.

viernes, 2 de octubre de 2009

Propaganda

La jornada de selección de la sede de los juegos olímpicos de 2016 ha sido un momento interesante para comprobar los modernos medios de propaganda para tratar de convencer haciendo uso de la más burda manipulación de lo políticamente correcto. En realidad, no deja de ser una grotesca utilización de estereotipos que resulta lacerante para el gusto de cualquier persona con cierto sentido del pudor.
A lo largo de las presentaciones de las distintas sedes hemos podido presenciar montajes con idílicas imágenes, tan irreales como asquerosamente correctas: un grupo de jugadores de baloncesto en una cancha pública en donde juegan negros, blancos, musulmanes y chinos, con sonrisas de oreja a oreja y miradas de complicidad; la típica abuelita de cuento de hadas cerrando los ojos con gesto de deseo trascendental, pensando en que lo último que quiere ver antes de morir son unos juegos olímpicos; minusválidos emocionados practicando deporte en la ciudad de turno; discursos, cuidadosamente redactados por asesores de imagen, en los que inocentes niños angelicales hablan de valores absolutos de la ética y la moral...
¿Es realmente necesario pasar por esto para convencer a alguien de que una ciudad tiene capacidad de organizar un evento deportivo? ¿Se puede llegar a emocionar alguien ante un alarde tal de hipocresía y superficialidad? Probablemente sí, eso es lo grave del asunto. Los orondos miembros de este tipo de instituciones, con su espíritu olímpico ahogado entre las grasa corporal bien ganada en sus opulentas "comidas de trabajo", están sedientos de paradisíacas imágenes de un mundo sencillamente inexistente. Este tipo de actos alimenta el buen nombre de la oscura organización que se esconde tras la intachable idea del "espíritu olímpico".
Confío que algún día dejen tranquilos a los bebés, niños enfermos, personas minusválidas, ancianos, inmigrantes y toda el conjunto de grupos manipulados por este tipo de chabacana propaganda. Bastante tienen con lo que han de soportar todos los días, provocado por la incomprensión social y la falta de medios públicos, como para que tengan que ver estupefactos cómo se utiliza su imagen para conseguir hacer cosquillas en los sentimientos de los demás. Me temo que ese día está lejano. Resulta fácil de comprobar. Simplemente bastará con echar un vistazo a la próxima campaña electoral.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Un tropezón

Un día cualquiera de verano en una calle de Madrid. El clima agradable, propio de los últimos días del estío, llena de clientes las terrazas de la avenida, cercanas a la estación de ferrocarril. Los comensales, enfrascados en sus conversaciones sobre la vuelta a la rutina, degustan unas buenas tapas bajo la protección de los quitasoles. En una de las mesas, entre la última que permanece aún vacía y la mesa en la que que almuerzan una puta dominicana y su chulo, un grupo de amigos charlan sobre la justicia, la objetividad y la excelencia. El diálogo entre ellos, plagado de fina ironía y giros inteligentes, demuestra que se trata de personas de alta formación, intelectualmente sobrados.
Las indirectas y alusiones entre los miembros del grupo se mezclan con comentarios sobre Arte e Historia de España, todo ellos en un clima distendido, con la excepción de aquellos momentos en que los mendigos que descansan a la sombra de los plátanos de la acera de enfrente, se levantan y cruzan la calle para pedir un cigarro o una limosna. En esos momentos la conversación se interrumpe y las miradas perdidas muestran de forma sutil la vergüenza ajena que sienten al presenciar a un hombre derrotado, que ha perdido su autoestima y el amor propio, ahogado en la botella de ginebra que guarda bajo uno de los bancos de la avenida.
Tras la interrupción, la charla se reactiva sola, sigue como si nada hubiera pasado, a nadie le interesa orientar el coloquio hacia el molesto suceso. De modo consensuado se pasa página y se pasa a los postres entre risas y parabienes.
Tras el café, se despiden entre ellos hasta el próximo día. Dos de ellos, los menos habladores del grupo, cruzan la calle para pedir un taxi que les lleve al trabajo. En ese mismo momento, uno de los fantasmagóricos indigentes, con apariencia de anciano, que se dispone a cruzar tras ellos, comienza a tambalearse. Lleva una bolsa en su mano y se esfuerza por adelantar una de las piernas para intentar dar un paso más, pero ésta no responde a su estímulo. El balanceo se mantiene unos segundos y, al no resistir más, se desploma como un fardo boca abajo. El golpe es brutal, tanto que los dos hombres no pueden disimular que no lo hayan visto. Ellos son las personas que se encuentran más cerca del despojo humano que se mueve torpemente sobre la acera, entre débiles quejidos. Los dos hombres miran estupefactos la escena y permanecen inmóviles, avergonzados de la situación y de sí mismos mientras el resto de mendigos se acerca desde la lejanía para ayudar a su viejo compañero de fatigas. La situación ha cambiado en un instante, los pordioseros son ahora los que miran hacia otro lado para no presenciar la penosa imagen de dos hombres, avergonzados por su cobardía y su falta de dignidad.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Burócrata

Se encuentra agazapado detrás de su pupitre, sentado cómodamente a la espera de que llegue algún incauto a sus redes y pase de su aletargado estado de aburrimiento al intenso disfrute que le supone pronunciar la palabra "no". -No es posible -sonríe -falta el impreso X que sirve para pedir el papel Z y una vez firmado el papel Z por triplicado y sellado por el secretario de la habilitación, pasa al delegado, que me lo traerá y yo pondré el sello de la delegación - le señala el sello con su matecoso dedo índice... En ese momento, el incauto descompone el gesto pensando el tiempo que supondrá el trámite de pedir la subvención, provocando el orgullo personal del burócrata. - ¿Y no hay otra vía?, se trata de una subvención que implica continuar con la linea de trabajo dos años más. Los contratos de los trabajadores finalizan la semana que viene... - Es que han esperado demasiado... no le puedo decir otra cosa... hágase cargo, me la estoy jugando sin necesidad, a mí me pagan lo mismo... - Pero si el año pasado no se pedían todos estos trámites, ¿ha cambiado el reglamento?
El burócrata da por finalizado el juego y, haciendo gala de su celo por el servicio público, adopta un gesto de compasión contenida, agarra el cuño, lo moja sobre el tampón de tinta y con un golpe seco marca el sello de la delegación sobre el documento que tiene sobre la mesa. - Por esta vez, lo dejaremos pasar, pero que no vuelva a ocurrir... El incauto le pide mil disculpas, le agradece de forma airada el noble gesto realizado y desaparece. Por su parte, el héroe se levanta de su pupitre, se coloca la chaqueta y se dirige a la cafetería a comentar con sus compañeros que está "más liado que la pata de un romano" y que si no fuera por su "voluntad de servicio" la función pública sería un absoluto desastre.