jueves, 18 de febrero de 2010

Ataque de simpatía

Eran más de dos años ya en la vetusta facultad. Durante ese tiempo percibía las miradas desconfiadas de los ancianos próceres que le veían como una alteración en su distinguida paz. Ni un solo acercamiento, ni una muestra de curiosidad, ni siquiera un intento de saciar su insana desazón ante la perturbación del enfermizo entorno en el que vegetan.
Resultaba difícil de comprender para él, pero su intención era mantenerse al margen de todo tipo de distracciones. Su afán por el estudio y la comodidad del anonimato le hicieron adaptarse a la situación en pocos meses. Los días discurrían con lentitud, en la monotonía de su despacho, únicamente visitado por las limpiadoras de bata blanca que con un lacónico saludo descargaban en cinco segundos los residuos de la papelera.
Aquél día de noviembre, en su trayecto de media mañana hacia la cafetería, caminaba ensimismado en el pensamiento acerca de nuevos métodos a aplicar en el estudio. El método analítico, los métodos basados en sistemas complejos, la estadísitica... se debía decidir por uno de ellos cuanto antes. Su paso, tranquilo. Seguía enfrascado en sus dudas.
Sin embargo, en ese momento, percibió algo no habitual, que lo desconcertó por un momento. Un viejo profesor, con gafas negras y un elegante bastón de madera, se acercaba lentamente siguiendo una trayectoria que indefectiblemente le llevaría hasta él. Podría ser una simple casualidad pero su instinto le decía lo contrario a lo que cabría esperar de su reciente experiencia. La intención de ese hombre era abordarle en unos pocos segundos.
Mientras se acercaba, se aclaraban más sus rasgos fosilizados. Piel descolgada cubierta de grandes pecas ocres propias de su avanzada edad. Pelo peinado hacia atrás, más bien largo y ligeramente engominado. En el cuello, un pañuelo oscuro de lunares. Al aproximarse hacia él, su brazo estirado y una leve sonrisa sugiere su intención de darle la mano y entablar una conversación distendida.
-Hola, ¿cómo estas? Te veo muchos días y me preguntaba qué es de tu vida...
-Pues mira, estoy en el departamento de ciencias, tratando de acabar la tesis y de publicar lo máximo posible para buscar una plaza en la facultad...
- ¡Genial, genial! me alegro mucho de que venga por aquí gente nueva como tú... Oye por cierto, ¿sabes que me presento a director de la facultad, verdad? A ver si cambiamos esto entre todos, ¿no crees?
De inmediato, el joven sonríe irónicamente y, de forma precipitada, le desea la mejor de las suertes, derrochando un cinismo aún superior al de su osado asaltante. Mientras se aleja, busca un sitio donde pensar acerca de su primera amistad en la facultad en estos dos años. Mientras apura la taza de café, piensa en el profundo asco que le provoca. El desprecio le hace torcer el gesto durante un par de segundos. Se da media vuelta y se encamina lentamente hacia su despacho. Finalmente optará por los sistemas complejos, no cree que el método analítico le vaya a ayudar a interpretar los resultados.

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