Se bajó de la caravana y respiró hondo. Su aspecto denotaba cansancio. Vestía pantalones largos de lona, como los que suelen utilizar los montañeros en sus escaladas veraniegas y una camiseta negra de manga corta de algodón con un único símbolo en el pecho, aparentemente una palabra escrita en alfabeto tailandés, en color blanco. Notaba de nuevo en su piel la humedad del clima que había echado en falta estos últimos días y se sentía reconfortado por ello: se encontraba de nuevo en su patria.
Decidió tomar asiento en las escaleras de la furgoneta para atarse el cordón de su zapatilla de senderismo y en su cabeza daba vueltas a lo que había venido meditando mientras conducía de vuelta a casa. Le repugnaban los hombres con los que había tratado durante ese día en la capital. Eran jóvenes, incapaces de tener aún suficiente bagaje para haberse hecho merecedores del carísimo traje que lucían ante él. En su opinión, no se trataba sino de un disfraz que ocultaba la mediocridad en su interior. A él no le hacía falta todo aquello porque ya había demostrado sus virtudes de forma sobrada. Mientras pensaba en ello se mesaba los cabellos, rematados con una pequeña coleta que le daba su preconcebido aspecto alternativo que tanto le satisfacía.
Pero al fin y al cabo ya estaba de vuelta en casa y podía citarse con los colegas para contarles sus penas. Se despacharía a gusto junto a ellos sobre la cuadrilla de retrógrados que se había visto obligado a soportar para solicitar los fondos para NaturGEA, la ONG que había fundado junto a unos cuantos compañeros de la antigua delegación de alumnos. Era parte de su deber como máximo responsable tener que mezclarse con semejante calaña y tragarse su odio visceral hacia ellos. Merecía la pena, - pensaba él, - les sacaremos varios miles de euros para salvar la Margaritífera. Mientras se le comenzaba a dibujar una sonrisa en los labios por la buena labor desempeñada, se miraba en el espejo retrovisor para revisar la minuciosa tarea realizada en sus patillas durante el aseo matutino. Ciertamente, estaban perfectas.
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