En la sala se espera su llegada. Alrededor de una mesa alargada, de color blanco, perfectamente pulida y abrillantada, se sientan los nerviosos empleados esperando con impaciecia la entrada del director. Siempre se retrasa, piensan todos, nada anormal por ahora. Seguro que aparecerá con una media sonrisa y una excusa aparentemente sincera y educada para justificar su pertinaz impuntualidad. Nadie debería sentirse herido, en definitiva, todos los demás dependen de él, es demasiado importante para que no se transija con esos pequeños detalles.
De repente, se abre la puerta de la sala y aparece por la puerta. -Perdonadme, pero es que llevo un día de locos, ya me entendéis. -No se preocupe, don Agustín, nos lo imaginamos -responde Santos, tratando de parecer simpático.
Su aspecto es impecable. Traje azul marengo, corbata de Loewe de color esmeralda rematada con un grueso nudo en el cuello. En los puños de la camisa blanca, los gemelos de oro brillan de forma armoniosa con su pelo engominado y el esmalte de sus afilados dientes. El ambiente se recarga y el nerviosismo se palpa entre los asistentes a la reunión.
Tras la leve sonrisa con la que ha resuelto su falta de puntualidad rehace el gesto habitual de seriedad con la que transmite a los demás la alta responsabilidad que justifica su suculento sueldo. Es en ese momento cuando comienza con su estudiado discurso sobre los graves problemas que aquejan a la empresa y lo mucho que está luchando por mantener sus puestos de trabajo a pesar de la mala coyuntura por la que atraviesa la empresa. Lógicamente, apela a su solidaridad con una moderación salarial que correponda al ímprobo esfuerzo realizado por la compañía.
Mientras termina su exposición, mira de reojo el reloj para asegurarse que llegará a tiempo a la corrida de toros, mientras sus comprensivos empleados preparan la entrega del trabajo hasta altas horas de la noche. Hay tiempo -piensa-, tiene media hora aún y llegando tarde a los toros demuestra su responsabilidad como empresario comprometido entre sus colegas del tendido de sombra.
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