No estamos preparados para sufrir. La situación actual en el mundo desarrollado nos mantiene en un cómodo y engañoso estado de confianza. Las necesidades vitales están plenamente satisfechas y las estadísticas sobre una vida longeva y sana nos dan razones para sentirnos tranquilos sobre el horizonte que nos espera. Vivimos en una nube, tan falsa como peligrosa para nuestra existencia. En ella, la bruma no nos permite apreciar que cada momento, cada detalle, cada instante, es un regalo y como tal hemos de disfrutar de él. "Carpe diem quam minimum credula postero": Vive el momento, no confíes en mañana, proponía Horacio, el poeta, en la época romana. Sabio consejo.
Sin embargo, la ilusa sensación de dominar el tiempo, asegurada por los grandes números manejados por la estadística, nos lleva a sentirnos seguros. La seguridad, a su vez, nos lleva a apreciar como importantes a aspectos pueriles de la vida, de tal forma que nos podemos permitir el lujo de sufrir de manera gratuita y estúpida por circunstancias intrascendentes, banales. Nos hemos acostumbrado a sufrir de una forma tan frívola que resulta insultante para todos aquellos que están experimentando el dolor de forma directa, implacable, cruel.
Deberíamos pararnos a pensar en algún momento en dar sentido a la existencia, alejarnos de las miserias cotidianas y aprender a disfrutar de todo aquello que nos rodea, porque es valioso, por escondido que parezca. Es habitual escuchar reflexiones sobre estas mismas ideas a aquellos que han tenido la oportunidad de rehabilitarse de una grave enfermedad, es decir, a aquellos que por un momento han sentido que perdían el dominio del tiempo. Es triste que tengamos que pasar por este tipo de situaciones para asimilar que no debemos perder ni un minuto de nuestra vida. Parece que únicamente cuando no nos sentimos los amos de nuestro futuro somos capaces de apreciar aquello que realmente importa, olvidando casi siempre que el futuro no se deja dominar por nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario