Asistimos de nuevo al bochorno electoral. Los candidatos se empeñan en provocar vergüenza ajena con sus actitudes y la parafernalia que rodea a las campañas. Mientras el país se debate en una grave crisis económica se despilfarra dinero de los contribuyentes en fastuosos mítines, banderitas de plástico y multitud de carteles con la clásica media sonrisa de rigor, tan falsa como sus argumentos. Alguien se ocupará de llevar al bebé en el mitin para que el líder le bese en la mejilla entre los flashes de los fotógrafos y las cámaras de televisión. Todo bajo control, los jóvenes en estado de éxtasis cuasi metafísico, aparecen en segundo plano, arremolinados alrededor del ara electoral, mientras el líder gesticula, insulta, eleva el tono y ridiculiza al contrario. La muchedumbre a modo de jauría animal aúlla interumpiendo a su líder, para que éste se sienta repaldado a la hora de continuar con su perorata...
Me niego a aceptar que éstos sean los que han de representarnos. Me parece increíble que personas, que aparentan cierta altura intelectual, puedan verse en la pantalla de televisión protagonizando este tipo de actuaciones y no se ruboricen. En fin, es lo que hay. Quizá sea cuestión de tiempo. Al fin y al cabo la democracia es aún joven y quizá nos falte tradición para conseguir que en las campañas se guarde la compostura y que el sentido común, unidos al estilo y la educación, sean las armas de nuestros políticos de turno. Entre tanto deberemos hacernos fuertes y soportar instantes de vergüenza ajena mientras nos abalanzamos sobre el mando a distancia para cambiar rápidamente de canal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario