Palabra mágica donde las haya. Cada cuatro años se debe producir "el cambio" y todos a aplaudir porque eso presupone que la a situación va a mejorar. Nos encanta cambiar, reformar, remodelar. Lo que hoy es negro, mañana blanco; la mujer a la que perseguimos desesperadamente para conseguir su amor ya no nos atrae tras unos meses de convivencia; el best seller de este momento ya no vale para el año siguiente; el mejor jugador del mundo de ayer a mediodía, mañana será repudiado... Y lo peor es que se admite tácitamente que la actividad de cambiar per se, resulta saludable.
Pero, ¿qué sucede cuando algo funciona bien?¿cómo se pueden realizar planificaciones globales a largo plazo que racionalicen una actividad con un escenario de cambio cíclico?¿es que todos los que han trabajado a lo largo de la historia en un área del conocimiento o en una actividad profesional son unos ineptos? ¿somos nosotros más listos que ellos sólo por tener la voluntad de cambiar lo que han hecho?
Lo que dice la sensatez es que aquello que funciona no debe ser modificado en lo sustancial. Su conservación, adaptándolo a los nuevos ciclos históricos, se debe entender como un beneficio global porque permitirá optimizar los esfuerzos hacia aquello que realmente no ha llegado a conseguir un resultado exitoso. Pequemos por un momento de humildad y sepamos reconocer que el de enfrente, sea nuestro rival o no, ha podido realizar actividades de mérito durante su etapa de actuación y sepamos seleccionar aquello que debe ser preservado, sea quien sea el que haya participado en su desarrollo. Simplemente basta con dejar a un lado el sectarismo y los prejuicios para poner por delante la honestidad, la razón y el sentido común.
Soy consciente que pedir que se imponga esta filosofía en estos tiempos resulta propio de locos o ingenuos pero el subtítulo del blog está bien elegido...
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