Según la Real Academia de la Lengua Española se define carisma como:
1. m. Especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar.
2. m. Rel. Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad.
Parece ser que en las sociedades democráticas avanzadas los candidatos a los más altos cargos de responsabilidad política deben contar como condición indispensable con esta "especial capacidad". Se debería analizar, en mi opinión, cual es la importancia que se le da a este condicionante dentro de las carreras universitarias, doctorados, estudios post doctorales o de máster y en las oposiciones más exigentes de la administración pública, al ser estos los niveles académicos y formativos más elevados en la actualidad. Es de suponer que, en la mayor parte de ellos, este aspecto resulta irrelevante o, al menos, secundario. Quizá sea un aspecto de cierta importancia, y en esto reconozco mi desconocimiento, en técnicas de márketing o periodismo.
Suponiendo que esto fuera así, estaríamos admitiendo que esta "especial capacidad" prima por encima de valores tan fundamentales como la preparación intelectual, la honestidad o la sensatez, por ejemplo. Es asombroso comprobar cómo, en muchas ocasiones, se emiten opiniones sarcásticas sobre personajes de indudable valía personal pero que sin embargo adolecen de carisma o, simplemente, resultan aburridos para la mayoría de la sociedad.
Esta circunstancia, sin embargo, puede tener a mi juicio una explicación. Lo que los partidos políticos demandan en realidad es a personajes con capacidad de acaparar el máximo de votos posible, por lo que sus dotes para fascinar a la población adquieren la mayor relevancia. Si esto se extrapolara a otras civilizaciones, teóricamente menos avanzadas que la nuestra, significaría que los hechiceros, vendedores de elixires, encantadores de serpientes o charlatanes serían los personajes que habrían llegado a los más altos niveles de responsabilidad política, por encima de los sabios o los ancianos de la tribu.
La sensatez y el sentido común chocan frontalmente contra la necesidad de manipular a la sociedad para perpetuarse en el poder. Lo más curioso es que, además, el hecho de tener carisma es frecuentemente utilizado por los analistas políticos como una virtud absoluta digna de admiración. La dependencia de este tipo de valores es lo que, a mi juicio, lleva a esperpentos como los que venimos observando en la política a nivel mundial en las sociedades avanzadas (entiéndase lo de avanzadas como un sarcasmo, por favor).
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